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El diamante Cullinan, llamado también Estrella del Sur, es el diamante más grande hallado nunca. Su peso era de más de 3000 quilates y medía casi 12 centímetros.
Encontraron la piedra en una provincia de Sudáfrica en 1905 y fue bautizada como Cullinan en honor al dueño de la mina de diamantes: Thomas Cullinan.
El pseudónimo de Estrella del Sur procede del conocido libro de Julio Verne, en el que aparece un diamante de grandes dimensiones, se supone similar al Cullinan.
La piedra perteneció al rey Eduardo VII de Inglaterra, quien mandó cortar la piedra en diferentes piezas (llamadas Cullinan I, Cullinan II, Cullinan III…). La mayoría de estas piedras pueden encontrarse en las Joyas de la Corona Británica, en la Torre de Londres y engastadas en la Corona de la Reina de Inglaterra.

¿Quién cortó el diamante Cullinan?

Sabido es que no es sencillo tallar un diamante, ya que no puede hacerlo cualquiera y además, un diamante solo se puede tallar con otro diamante. De este modo hicieron llamar a los hermanos Asscher, afamados cortadores holandeses de la época, quienes verificaron que no podían hacerlo allí mismo porque necesitaban estudiar la piedra con detenimiento, dado que ésta presentaba una mancha negra que podría dar problemas. Por lo tanto, decidieron que tenían que llevársela a su taller para poder hacerlo correctamente. Fue así como se hizo. Los hermanos Asscher acompañados de representantes de Eduardo VII, que se encargaron de supervisar la piedra en todo momento, la estudiaron con detenimiento hasta establecer que el diamante Cullinan pertenecía a la más alta de las nueve categorías de colores. Y es que, exceptuando la mancha negra, el diamante era una piedra pura.
A partir de ese momento ya se pudo proceder al meticuloso y especial estudio de cómo tallar el diamante para maximizar su valor. ¿Cómo se hizo? Se dividió en 9 gemas grandes y en 100 más pequeñas.
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La realidad es que existen una serie de piedras preciosas de gran tamaño y gran belleza que fueron encontradas y posteriormente vendidas, talladas o cortadas. En la mayoría de los casos se vendieron a otros países o fueron regaladas a importantes personalidades como intercambio de favores o señal de agradecimiento. La mayoría de ellas en la actualidad están repartidas por el mundo, incrustadas en coronas o exhibidas en museos.